Unde venis, Berlín?
- Pablo Díaz Gayoso
- 3 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 7 mar
El 23 de febrero, en algo menos de dos semanas, Alemania se enfrentará a las elecciones más trascendentales de su historia reciente. El gobierno de coalición saliente, liderado por Olaf Scholz y el SPD, con la participación cualitativa significativa de los liberales del FDP (Finanzas) y los Verdes o Die Grünen (Exteriores), ha sido un fracaso. Los problemas a los que se ha enfrentado el primer gobierno de la era post-Merkel no han sido menores. El principal punto de inflexión ha sido la guerra de Ucrania, un conflicto que ha arrastrado al país a varias crisis en materia de seguridad y defensa, energética, económica y política. Ahora se suma la potencial crisis comercial anunciada por la nueva administración Trump.
Alemania quedó gravemente expuesta en materia de seguridad tras la invasión rusa de Ucrania y, no solo por el reto que supone que una potencia nuclear revisionista busque redibujar las fronteras europeas por la fuerza. A este problema se le suma el sabotaje de los gasoductos Nord Stream I y II en septiembre de 2022. Estos gasoductos fueron construidos en 2021 para garantizar (y aumentar) el suministro de gas natural ruso a Alemania. El país germano, desde hace décadas, ha apostado gran parte de su desarrollo industrial e incluso su bienestar a la compra de gas ruso a bajo coste. Así que, cuando se produjo el atentado que hizo inservibles los gasoductos, se estaba atacando una de las infraestructuras vitales para el principal motor de Europa. A día de hoy, Alemania aún no ha publicado los resultados de la investigación sobre quién fue responsable de dicho atentado, mostrando así una importante brecha de seguridad y también en su capacidad disuasoria.

La crisis energética se ha visto agravada por el abrupto corte de las fuentes rusas de suministro energético a raíz de la invasión, certificado por las sanciones impuestas. Si tomamos el periodo de 2021 a 2023, podemos observar cómo ha reducido su consumo de gas en un 17,64%. Esto provocó que Alemania tuviese que buscar nuevas fuentes de suministro que sustituyeran al menos en parte el vacío que dejaba Rusia, ya que la producción doméstica de Alemania no alcanza el 6% de las necesidades gasísticas del país. Para ello, se reforzaron las vías de suministro de Gas Natural Licuado o GNL proveniente principalmente de Estados Unidos y Catar, que es considerablemente más caro y contaminante que el que proviene vía gasoducto. También se buscó redoblar el suministro proveniente de países europeos como Noruega o Países Bajos, que aumentaron su producción para ese fin. Sin embargo, la situación actual en materia energética ha forzado al país a acelerar la transición verde. Para ello, el gobierno de Scholz aprobó una ley para que en el año 2032, un 2% del territorio de Alemania esté destinado a la instalación de infraestructura eólica.
En materia económica, la situación es crítica para el que hasta hace poco era el consolidado motor de Europa. Desde 2022 se han estado proyectando los problemas que ahora son palpables. Alemania lleva desde 2023 en recesión económica, y es una recesión cuya cronificación no es descartable. Las crisis económicas en Alemania no son algo nuevo y los altos niveles de inflación tampoco. En 2009, a raíz de la crisis de 2008, sufrió una contracción del 5,5% del PIB; y en 2020, con la crisis del COVID-19, también se redujo en un 4,1% el PIB del país teutón. No obstante, las características propias de la crisis desencadenada en 2022, que hemos mencionado antes, atacan a la arteria principal del país. El encarecimiento exponencial de la energía ha afectado a todos los sectores de la economía. El aumento de la inflación hasta el 10,2% en el otoño de 2022 está teniendo un lento descenso para los estándares germanos.
A esto se le suma que, a raíz de la crisis de 2008, el gobierno alemán de Angela Merkel introdujo cambios constitucionales para limitar el déficit público al 0,35% del PIB nominal (art. 109.3 de la Constitución). Esta medida ha provocado que el actual gobierno se encuentre con las manos atadas para tomar las medidas necesarias para solventar la crisis. Esta limitación le ha costado a Scholz dos problemas consecutivos: el primero ha sido que el Tribunal Constitucional declaró en 2023 que su proyecto de presupuestos para 2024 era inconstitucional porque incluía demasiado gasto en el Fondo Climático (60 mil millones de euros). Esta sentencia tensó las relaciones en la coalición de gobierno, sobre todo entre los Verdes y los Liberales, que, pese a no romper el gobierno ese año, marcaba su fecha de defunción para el siguiente.

En otoño de 2024, y tras las elecciones en los länder orientales de Turingia, Sajonia y Brandeburgo, la coalición del gobierno de Scholz salía con una herida fatal. La situación más grave se produjo en Turingia, donde ganó las elecciones Alternativa para Alemania (AfD) con el 32% de los votos y 32 escaños, seguido de la CDU con 23,2% y 23 escaños. La Alianza Sahra Wagenknecht sacó el 15,8% y 15 escaños; Die Linke pasó de tener 31% y 29 escaños en las anteriores elecciones al 13,1% y 12 escaños. En quinto puesto quedó el SPD con el 6,1% y 6 escaños; los Verdes con el 3,2% y 0 escaños; y el FDP sacó el 1,1% de los votos y también quedó fuera del parlamento estatal o Landtag. En definitiva, los partidos de la coalición de gobierno se vieron en una situación de crisis existencial, especialmente los socios minoritarios de la coalición. Por esa razón, para la negociación de los presupuestos para 2025, ambos partidos presentaron propuestas de imposible realización a modo de precampaña electoral para que Scholz diera por concluida la legislatura y convocara un adelanto electoral. Así que, siguiendo el protocolo constitucional y una vez rota la coalición de gobierno, Scholz presentó una moción de confianza ante el Bundestag con el objetivo de perderla y así legitimar un adelanto electoral programado para este 23 de febrero.
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