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Los posibles futuros de Rusia

Actualizado: 5 mar

Mucho se ha hablado sobre el sistema político y parapolítico que ha esculpido a la fuerza Vladimir Putin pero en este artículo propongo poner las luces largas e imaginar dos posibles transformaciones de Rusia. Imaginar una Rusia sin Putin se hace complicada para todas las personas nacidas después de la Caída del Muro de Berlín; ya que para la edad en la que empezaban a tener conciencia del mundo, Putin estaba ya en el Kremlin y así hasta nuestros días. Sin embargo el líder ruso, que va camino de superar en longevidad al mismísimo Stalin, no es eterno; y teniendo en cuenta que la esperanza de vida para los hombres rusos no supera los 67 años de media y él tiene 71, ese futuro puede estar más cercano de lo que parece.


Putin se ve a sí mismo como un Zar pero al estilo siglo XXI, con elecciones periódicas y una constitución que sustituyen a los elementos místico-religiosos de las monarquías absolutas por una legitimación más moderna. Por otro lado, el sistema se nutre de fuentes similares al zarismo, siendo estas la Iglesia Ortodoxa, el Ejército y una Corte de nuevos ricos cuya posición (y vida) depende de la cercanía al nuevo zar y su total lealtad. No obstante la pregunta sobre su sucesión no está resuelta (al menos de conocimiento público). El neozarismo putiniano no es hereditario, ni cuenta con un Partido que elija a un nuevo secretario general, la opción de traspaso de poder mediante unas elecciones libres no está sobre la mesa. El traje del emperador está hecho tan al corte de Putin que parece poco probable que otro hombre (o mujer) encaje en él.


Por eso, vamos a ver dos posibles futuros para la potencia euroasíatica atendiendo a su historia, los caminos que otros países han tomado y la deriva que ha tomado Rusia tras la invasión de Ucrania en 2022.


Rusia capital París

El primer posible futuro es que Rusia se convierta en una nueva Francia. Teniendo en cuenta las similitudes históricas de: Revoluciones triunfantes, imperios coloniales, referencias mundiales de modelos a seguir, experiencias absolutistas y totalitarias, el nacionalismo exacerbado, disputas con la Iglesia principal, conflictos territoriales con los vecinos, son grandes potencias militares terrestres, el mito del gran "hombre" ejecutivo (Catalina la Grande, Napoleon, Stalin, De Gaulle, Putin, etc.). No cuesta imaginar un futuro a medio, largo plazo donde Rusia gire a Occidente y pueda abrazar la democracia liberal. Francia pasó por muchas fases antes de consolidarse como la democracia que es hoy en día. Dos Imperios de impronta Bonaparte, cuatro experimentos republicanos fallidos, el asunto Dreyfus, la partición de su territorio (República de Vichy), las guerras coloniales como la de Argelia , etc.


La persona sucesora de Putin puede ver en Charles De Gaulle a un referente a seguir. De Gaulle llegó al poder para reformar Francia y evitar una guerra civil. Para ello confrontó con el poder formal del parlamento y redactó una constitución que, pese a tener tintes de Carta Otorgada, logró sobrevivir a su creador y constituir el régimen político más estable que Francia ha conocido en su historia. Quien venga después de Putin puede elegir el camino de la perestroika, de la reforma, que coloque a Rusia en el continente que estudia a Pericles antes que a Confucio.


Rusia capital Pyongyang

Esta otra posibilidad representa un futuro donde el bunker gana a la perestroika. Atendiendo a la deriva que ha tomado Rusia tras la invasión de Ucrania este futuro parece más cercano que el primero y puede realizarse con Putin en el poder todavía. La voluntaria invasión a gran escala de Ucrania que comenzó en febrero de 2022 y aún continua ha roto la mayoría de puentes de Rusia con Occidente y con gran parte de la Comunidad Internacional. La vuelta al imperialismo de conquista militar rompe con los consensos establecidos tras la Segunda Guerra Mundial y deja a Rusia más aislada internacionalmente y encerrada en sí misma. En este escenario, Rusia es el país con más sanciones impuestas en el mundo, el núcleo de poder se encuentra cada vez más cerrado y achicándose. El uso de la fuerza para reprimir a la población civil se está recrudeciendo y el asesinato de líderes de la oposición marcan el inicio de las campañas electorales.


Si Rusia toma la vía norcoreana, tomará el camino de la autarquía, de la sociedad hipermilitarizada, de las élites fuertemente influidas por una percepción paranoide de las relaciones tanto con ella misma, como con la sociedad, como con los demás países. El culto de la personalidad al líder con tintes mesiánicos debilita o directamente elimina los posibles contrapesos al poder del presidente. En la actualidad no existe una división de poderes en Rusia. El Parlamento ruso, la Duma, ya no ejerce como control del ejecutivo si no como ratificador de sus acciones, los partidos de la "oposición" institucionalizada tienen tanto margen de maniobra como un coche sin volante. De la misma forma se puede hablar del poder judicial cuya membresía a la Corte Suprema es determinada por el Presidente.


Con Putin el poder militar y de inteligencia han conseguido un estatus privilegiado en el organigrama de poder ruso, al igual que en Corea del Norte. Esta casta militar conocida como silovikis es la mayor beneficiada de esta deriva autoritaria (o semitotalitaria) que se plantea en este escenario. La situación de peligro existencial constante, de guerras imperialistas expansionistas y de represión interna reforzada les hace vitales para el mantenimiento del régimen a la norcoreana.


En definitiva existen esos dos posibles cambios de régimen político en Rusia. El democrático o el autoritario. La historia de Rusia nos demuestra que ha sido un país tímido a la hora de tomar la vía democrática y/o liberal. Al igual que Francia, su cultura política ha acostumbrado al país a la imagen de un liderazgo fuerte encarnado en la jefatura del estado y eso es complicado que cambie. Sin embargo eso no descarta que la vía de protección de los derechos y libertades civiles, la división de poderes y la predominancia del diálogo a la imposición estén fuera de la ecuación. Para ello los incentivos para tomar la vía democrática deben de superar a los que ofrece la vía autoritaria y por esa razón las actuales élites rusas se encuentran más cómodas con la vía Pyongyang, no así la sociedad civil.

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