Los cimientos de la política
- Marc Llinares Codina
- 1 abr
- 4 Min. de lectura
¿Nunca se han parado a pensar por qué les gusta lo que les gusta? O más importante, ¿por qué no le gusta a todo el mundo lo que a ustedes les resulta fascinante?
En El Rincón del Pato Cojo tenemos artículos sobre geopolítica, hidropolítica, política nacional de España o la participación de las mujeres en el tablero político. Pero para hablar de todas estas cuestiones es necesario un elemento al que pocas veces le prestamos atención. Algo que siempre está ahí pero parece que nunca está, un elemento crucial. Las palabras.
Ni somos lingüistas ni este será un artículo sobre el origen de la lengua, ese no es nuestro estilo. Nosotros hablamos de política y de lo político, por eso mismo hoy queremos hablar de las palabras.
En el libro “¿Qué significa hablar?” Bourdieu plantea una cuestión que, por evidente que pueda parecer, no deja de ser interesante. Según el autor “los mayores efectos ideológicos de la religión y la política se derivan de las posibilidades que encierra la polisemia inherente a la ubicuidad social de la lengua legítima”. Esto es, que los grandes debates y conflictos ideológicos se dan por palabras, las cuales dan forma a las ideas y las ideas, a su vez, representan gente.
Para Bourdieu todas las palabras tienen un valor y una connotación ideológica y política y eso es precisamente lo que vemos cada día en las noticias. Cada vez hay menos espacio común para la polisemia de las palabras puesto que cada vez hay mayor polarización entre las distintas posturas políticas.

Bourdieu afirma que “El origen del sentido objetivo que se engendra en la circulación lingüística hay que buscarlo en primer lugar en el valor distintivo resultante de la relación actuada por los locutores, consciente o inconscientemente, entre el producto lingüístico ofrecido por un locutor social caracterizado y los productos lingüísticos simultáneamente propuestos en un determinado espacio social”.
Básicamente lo que presenta el autor es que la objetividad que se pretende generar en el debate público hay que buscarla en la propia relación entre el locutor, aquello que dice y aquellos que sus rivales responden. En cierto modo, no existe la objetividad en un sentido platónico. No hay verdades inmutables si la objetividad se construye con los elementos aquí planteados.
Pero, ¿y los receptores? El autor plantea que “los esquemas de interpretación que los receptores ponen en práctica en su aprobación creadora del producto propuesto pueden estar más o menos alejados de los que han orientado la producción”.
Es decir, que mientras el locutor lanza un producto político al mercado (un concepto, una idea, una palabra), sus rivales hacen lo mismo desde su “objetividad subjetiva” y los receptores analizan ambas y compran aquella más cercana a sus creencias.
Por ir a los extremos, para un votante de Podemos el concepto de familia es antónimo del mismo concepto para un votante de Vox. Para el primero la familia abarca un espectro tan amplio que va desde las parejas del mismo sexo con hijos adoptivos hasta la familia tradicional pasando por las madres solteras. En cambio para un votante de Vox este concepto es más reducido y, seguramente, abarque solo la familia tradicional.
Que existan esta clase de palabras puede llevar a discursos más simples y en cierto modo vacíos. Slogans de campaña como “comunismo o libertad” son también prueba de ello. ¿Qué es aquí la libertad? Lo que el receptor quiera entender como libertad.
Si un líder político lanza un mensaje como el siguiente: “Ellos quieren robarnos la libertad, impedir que vivamos una vida decente y arrasar todo lo que hemos construido”. Aquí toda la labor de construcción discursiva e identificación con el locutor recae precisamente en el receptor del mensaje. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué libertad defiendo? ¿Qué es decente? o incluso ¿qué es lo que hemos construido?
Las palabras por sí solas tienen ya un significado ideológico, peso y capacidad de identificación. Hay algunas que son clave para identificar la ideología de una persona; nación, impuestos, familia, seguridad, etc. Con el incremento de la polarización el espacio de entendimiento se ha reducido.

En la política y lo político cada vez hay menos espacio para el debate. Incluso en los Estados Unidos prima ahora el enfrentamiento y la demonización del adversario. Atrás quedan los tiempos en los que los políticos eran capaces de dejar atrás a su partido para llegar a un entendimiento con los miembros del otro.
O estás conmigo, o estás contra mí.
En este contexto, la polisemia de las palabras es especialmente visible y resulta muy útil y cómoda para los políticos. No es necesario tener un gran argumento o incluso datos que respalden la posición que uno tiene. Tampoco es imprescindible que lo que se dice concuerde con la verdad, lo único que importa es que los receptores perciban como enemigo a aquellos que no piensen como ellos. Convertir la ideología en una secta en la que incluso los argumentos racionales y los datos no tienen cabida si no concuerdan con el discurso.
Un ejemplo muy interesante es el de Isabel Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid fideliza a sus votantes con declaraciones incendiarias que hacen que la izquierda salga en tromba a atacarla y tratar de desacreditarla. Por su parte, sus votantes y aquellos que no están de acuerdo con un gobierno de izquierdas, aún si tampoco están del todo de acuerdo con la declaración de Ayuso, saldrán en defensa de la presidenta por antagonismo al rival.
Esto hace que cada vez el mensaje pueda sobrepasar más y más límites ya que los defensores están más y más acostumbrados y son capaces de comprar y defender productos políticos que antes no hubiesen podido.
Hace un año el saludo nazi era taboo en gran parte del mundo, ahora es un símbolo de identificación de la derecha y extrema derecha y una burla a la "izquierda es paranoica".

Todos los cambios del mundo, todos los avances y retrocesos, todas las disputas. Todo se construye con palabras, de ahí su importancia. A partir de hoy, no se limiten solo a escuchar los discursos, agudicen el oído y vean las palabras. Así sabrán donde están.
Hoy en televisión estaban hablando precisamente de este tema. Muy interesante!