Etiopía (III): La prisión geográfica de una potencia insatisfecha
- Pablo Díaz Gayoso
- 9 abr
- 3 Min. de lectura
En Etiopía (I): El federalismo étnico y en Etiopía (II): Los tambores de guerra resuenan nos hemos adentrado en uno de los países más singulares y antiguos del mundo. En ellos hemos analizado su peculiar sistema político, así como el reto vital al que se ha enfrentado recientemente con una sucesión de guerras, tanto civiles como contra otro estado, el de Eritrea. A continuación vamos a ver qué retos se enfrenta Etiopía en el futuro cercano y cómo esto está afectando a la región del Cuerno de África.
La independencia de Eritrea provocó que Etiopía perdiera su salida al mar, situación que convirtió al país en el más poblado del mundo encerrado en sus fronteras terrestres. Esta situación le ha generado muchos problemas a Etiopía ya que el acceso al mar es uno de los elementos clave para que un país esté conectado con el exterior. Esta conexión marítima es clave para poder crear relaciones comerciales de compraventa de productos a un coste muy inferior al que ofrecen las rutas terrestres. En este ámbito hablamos tanto de un elevado coste en infraestructuras, como en seguridad. El depender exclusivamente de las rutas terrestres reduce considerablemente la cantidad de actores externos que quieren comerciar contigo y provoca que los que quieran, tengan que hacerlo a un elevado coste. A esto se le suma que el vecindario cercano de Etiopía no es precisamente el más estable y pacífico.
Al oeste Etiopía tiene frontera con Sudán del Sur, país que desde su independencia en 2011 ha estado más tiempo en guerra civil que en paz y sigue en conflicto con fuerzas paramilitares opositoras en el Alto Nilo. Si miramos al norte, Etiopía cuenta con Sudán y Eritrea como vecinos, el primero lleva desde 2023 en una guerra civil cruenta y el segundo es su enemigo histórico con el que de los últimos 35 años, ha estado en conflicto parcial o total, más de 25. Así que por esa parte también se le presenta complicado para Etiopía.

Por otro lado si vemos su vecindario oriental cuenta con dos estados internacionalmente reconocidos. Uno de ellos es Somalia, estado fallido que a duras penas controla la capital Mogadiscio mientras que el grupo yihadista Al-Shabaab tiene más presencia en el resto del país. El otro país es Yibuti, un pequeño país que cuenta con menos de un millón de habitantes y un territorio equivalente a Belice que cuenta con bases militares de Francia, EEUU, China, Japón e Italia.
De todos los anteriormente descritos, ha sido Yibuti el único que le ha dado a Etiopía una salida al mar, y gracias a China, ambos países están conectados por ferrocarril desde 2018. Sin embargo, la salida al mar no ha sido por solidaridad. Yibuti le cobra a Etiopía más de 1.000 millones de dólares al año en derechos portuarios. Esta costosa cifra está haciéndose notar en las cuentas etíopes, y recientemente el primer ministro Abiy Ahmed se ha mostrado más que dispuesto a abrir una segunda conexión marítima. En esta ocasión está tensando las relaciones regionales ya que la segunda ruta quiere abrirla en Somalilandia. Somalilandia es un estado no reconocido internacionalmente, pero que es más funcional que la propia Somalia, estado del que se independizó en 1991.
Para dejar de depender de Yibuti, Etiopía ha puesto su mirada en los puertos de Berbera, Zeila o Sayilac, y para conseguirlos ha puesto sobre la mesa el posible reconocimiento de Somalilandia como estado soberano. En 2024, para poder usar el puerto de Berbera, Ahmed ya firmó un entendimiento con Somalilandia para su uso en los próximos 50 años, con la instalación de la respectiva base militar etíope correspondiente para la defensa del puerto. Este pacto de aplicarse formalmente puede desencadenar una guerra con Somalia, país legitimado internacionalmente para declarar que Etiopía ha invadido su territorio reconocido, situación que se agravaría aún más con el reconocimiento.

Si la situación se plantea compleja para todos los actores, a esto se le suma el destacamento militar etíope que se encuentra desplegado en Somalia colaborando con Mogadiscio para combatir a Al-Shabaab. A su vez tanto Somalia como Etiopía arrastran viejas heridas sin cerrar con la guerra que libraron entre 1977 y 1978 por la región de Ogaden (Somalí para Etiopía). Así mismo de telón de fondo se encuentran los actores políticos no estatales en ambos estados como Al-Shabaab que pueden exacerbar los sentimientos nacionalistas de agravio si Mogadiscio no hace frente a Etiopía y viceversa. Como ya vimos en La geopolítica del Nilo: el conflicto entre Etiopía, Sudán y Egipto no es la primera vez en los últimos años que Etiopía, en calidad de potencia insatisfecha con el statu quo regional, actúa como un actor político desestabilizador de la región.
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