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Cuando Oriente se pone en Medio

Actualizado: 5 mar

Estados Unidos intentado alejarse de Oriente Medio por Jiao Haiyang/China.org.cn
Estados Unidos intentado alejarse de Oriente Medio por Jiao Haiyang/China.org.cn

Cuando hablamos de Oriente Medio rara vez nos viene a la cabeza la imagen de una región tranquila. Remontarse a momentos pasados no ayuda para encontrar situaciones menos conflictivas que la actual, la hoguera del conflicto se mantiene encendida variando su fuerza. Las intervenciones imperialistas tanto francesas, británicas, otomanas y más recientemente estadounidenses han sido la norma en región. Por otro lado las propias dinámicas internas de los países han traído más inestabilidad, como por ejemplo la Primavera Árabe en 2010-11, las insurgencias islamistas como la de Daesh o la cuestión kurda.


Las soluciones traídas de fuera tampoco han dado resultado a la hora de establecer un sistema que consiga una paz duradera en la región. La intervención estadounidense a principios de siglo, lejos de traer la paz, la democracia y la estabilidad a la región, ha tenido resultados desastrosos. La destrucción de estados como Iraq, así como su implicación en guerras civiles de larga duración como la siria han creado una situación de caos y de violencia crónicas, han echado a perder generaciones enteras. La (in)capacidad de Estados Unidos de resolver la situación ha llevado a cierto consenso en Washington de que su presencia en Oriente Medio es una distracción frente a su verdadero rival geopolítico no está situado en el Medio si no en el Lejano Oriente. La Administración Obama ya en 2009 presentó el famoso "Pivot to Asia", en un intento de dar un giro de timón al pesado barco que es la política exterior estadounidense. La idea era dejar que Europa se hiciera cargo de su propia seguridad, en especial en lo relacionado a Rusia, abandonar el dolor de cabeza que era Oriente Medio y reforzar su presencia en Asia para contener a China. Poco a poco las distintas administraciones han ido desligándose del Atlántico Norte y de los conflictos de larga duración como Iraq, Siria o Afganistán, con desastrosas consecuencias para su credibilidad como potencial aliado. Ejemplos de ello fue el abandono de los kurdos en Siria en 2019, la descoordinada salida de Afganistán en 2021 o las amenazas del presidente Trump de sacar a EEUU de la OTAN.


La fase en la que se encontraba Oriente Medio era la de reconstrucción y acercamiento de los actores. En 2019 Emiratos Árabes Unidos e Irán habían empezado a restablecer relaciones diplomáticas tras 3 años de ruptura provocada por las tensiones regionales, el acercamiento de EUA con EEUU y disputas territoriales. En 2021 se acabó el bloqueo que los saudíes junto con Egipto, Bahréin y EUA habían impuesto a Qatar por su apoyo a los Hermanos Musulmanes en 2017. Y por razones similares se restauraron relaciones entre Arabia y Turquía. En marzo de 2023 Arabia Saudita e Irán llegaron a un pacto auspiciado por China y con ayuda de Omán e Iraq para retomar las relaciones diplomáticas.La caída de Bashar Al Assad en diciembre de 2024 está propiciando una rápida normalización de Siria en la región. En definitiva, la región se encontraba en un momento de reencuentro y donde la diplomacia pacífica se iba imponiendo a conflicto.


Esa tendencia se ha visto interrumpida de golpe por el conflicto entre Palestina e Israel que se encuentra en el momento más caliente que se recuerda. Los ataques de Hamás el 7 de octubre de 2023 se cobraron más de mil vidas israelíes entre civiles y militares, así como el secuestro de unos 200 rehenes. La respuesta de Israel ha excedido cualquier interpretación posible de proporcionalidad. En el tiempo que lleva el conflicto, Israel ha lanzado el equivalente en kilotones a tres bombas atómicas sobre Gaza, han asesinado a cerca de 30.000 personas, de las cuales un tercio no tenía edad para votar en unos comicios electorales. El 70% de las casas en Gaza han sido destruidas o dañadas, convirtiéndolas en inhabitables. Casi dos millones de gazatíes han sido forzosamente desplazados al sur, que actualmente está hiperpoblado y carente de servicios básicos, generando así la más reciente hambruna provocada por el ser humano.


En este contexto, el comportamiento criminal de Israel, y el apoyo incondicional demostrado por la Administración Biden, amenaza con la extensión del conflicto a más actores. El Eje de Resistencia liderado por Irán se encuentra en un momento de máxima alerta y tensión. Los ataques de los hutíes a los barcos británicos y estadounidenses que se dirigían al Canal de Suez en enero de este año han puesto en peligro una de las rutas comerciales más usadas del mundo. Al tiempo que los proxies de Irán en Siria e Iraq han atacado objetivos estadounidenses como respuesta al respaldo incondicional a Israel. Esta tesitura ha provocado que EEUU destine más recursos militares al flanco oriental del Mediterráneo, en principio solo para ejercer de fuerza disuasoria para que Hezbollah no intervenga en ayuda de Gaza.


La situación en Gaza ha sido otro duro golpe a la política de normalización de Israel que había conseguido promover la Administración Trump con la firma de los Acuerdos de Abraham. Este pacto entre Israel y Emiratos Árabes Unidos avanzaba en el reconocimiento de Israel en el entorno árabe. Al mismo tiempo se llegaron a acuerdos similares con Marruecos, Sudán y Bahréin. Estos países árabes se unían a Egipto (1979) y Jordania (1994) en el reconocimiento del estado hebreo. Este proceso abrió la puerta a Arabia Saudí a unirse al proceso y antes del 7 de octubre se encontraba en una fase muy avanzada. Los ataques de Hamás y la búsqueda de venganza israelí han alejado (de momento) esa posibilidad durante un tiempo. Los gobiernos árabes son autoritarios (teocracias, monarquías, dictaduras militares...) y por esa razón carecen de un control democrático que vincule su acción política a la opinión pública. Las más recientes encuestas en esos países muestran que el apoyo a la normalización está bajo mínimos. El renovado apoyo a la causa palestina va a dificultar a las élites de los países árabes de poder retomar el camino de la normalización de Israel en los próximos años. Al mismo tiempo, el gobierno de Israel parece más preocupado por su propia supervivencia y la sumisión a las posturas más extremistas a corto plazo que en las consecuencias a largo plazo.

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