Bienvenidos a la Tercera Guerra Mundial
- Marc Llinares Codina
- 11 abr
- 6 Min. de lectura
El pasado 2 de abril del 2025 se produjo el “Día de la Liberación” de los Estados Unidos, o así lo llamó la Administración Trump. Para los inversores bursátiles y los grandes empresarios seguramente no fue un día tan alegre. Y para la geopolítica mundial puede verse más bien como el día en el que inició oficialmente la Tercera Guerra Mundial.

Las guerras no son todas iguales y tampoco hay un solo tipo de guerra pese a que los conflictos armados como en el caso de Ucrania acaparen toda nuestra atención (y con razón).
La I Guerra Mundial se caracterizó por el uso de las trincheras, ametralladoras, artillería, gases venenosos y la aparición de los primeros tanques y aviones de combate en 1916. La segunda, sin embargo, fue mucho más avanzada tecnológicamente, no solo se crearon las armas nucleares sino que entraron en juego de forma más predominante los submarinos, los carros de combate (tanques) y los aviones. Por no hablar del papel crucial de la inteligencia con personas como Alan Turing, quien descifró el código Enigma de los nazis.
Otra gran diferencia entre ambos conflictos es que la I Guerra Mundial fue un conflicto entre naciones y la II Guerra Mundial puede verse como un enfrentamiento entre ideologías.
Las dos guerras mundiales que ha vivido la humanidad no se reducen simplemente a un conflicto bélico a escala global. Se trata de eventos que cambiaron para siempre el orden internacional y la hegemonía política. La I Guerra Mundial llevó a la desaparición de los imperios alemán, austrohúngaro, otomano y ruso así como a la aparición de la Unión Soviética. También supuso la aparición de nuevas naciones como Checoslovaquia, Hungría, Estonia, Finlandia, Letonia, Lituania, Polonia y Yugoslavia. Por su parte la II Guerra Mundial llevó a la creación de la ONU y a la consolidación de los EEUU como superpotencia mundial.
En definitiva, podemos entender como guerra mundial un conflicto entre naciones o ideologías a escala global que, potencialmente, suponga un cambio en el orden político internacional. Es por esto mismo, que nos aventuramos a decir que Donal Trump declaró el inicio de la III Guerra Mundial con la imposición de los aranceles.
Son tres los principales motivos por los que ver en este conflicto comercial el inicio de una nueva guerra mundial.
En primer lugar, por simple que pueda parecer, por la escala del conflicto. Tras el anuncio público de Trump, la Casa Blanca publicó la lista completa de los 185 países a los que se les impondrán aranceles, entre ellos incluso figuran territorios inhabitados. Prácticamente todos los países del mundo han entrado, sin quererlo, en una guerra contra los Estados Unidos, y de ellos depende recoger el guante o no.

En segundo lugar, los bloques enfrentados. En su momento Biden trató de dividir el mundo entre democracias y autoritarismos, marcando la línea divisoria entre ambos bloques. Occidente por un lado y China y Rusia por otro junto a sus aliados autócratas. Ahora esta línea se ha difuminado, Trump se acerca a dictadores como Putin mientras se aleja de los líderes europeos y estos a su vez se plantean acercarse a China. La amalgama de intereses ha convertido las relaciones internacionales en algo mucho más multipolar y empieza a importar poco quienes son tus amigos mientras tú seas amigo mío.
El eje ideológico o territorial que caracterizó la división de bandos durante la primera y segunda guerra mundial se ha roto. Ya no hay bloques unidos en disputa sino relaciones bilaterales aisladas del resto de relaciones que puedan tener. Incluso dentro de la Unión Europea no se está actuando al unísono, mientras Sánchez hace una gira por Asia, Meloni llama al entendimiento con Trump y Macron adopta una postura dura y de enfrentamiento ante los aranceles.
Y en tercer lugar, por el impacto que tendrá esta guerra en el orden mundial. La guerra comercial cambiará el sistema económico y alterará el centro de gravedad de la economía mundial. Muchos países girarán hacia China en busca de un socio fiable, tranquilo y previsible. El dólar puede dejar de ser la moneda de referencia mundial, perdiendo así la capacidad coercitiva que le permite imponer sanciones como en el caso de Rusia.
Además de esto, se le suma el conflicto en Gaza, muchas naciones ven como a Israel se le permite cometer crímenes de guerra sin ser sancionados y la incapacidad de la ONU o del Tribunal Penal Internacional de imponerse y ser escuchado y respetado.
Que el sistema económico cambie a la vez que las estructuras y el marco político internacionales pierden su credibilidad es el caldo de cultivo perfecto para acelerar el cambio en el orden mundial y el paso a una nueva era.
Para que se hagan una idea del por qué Trump ha iniciado esta guerra todo se explica por el pacto de Mar-a-Lago en el que se buscaron formas para reducir la deuda estadounidense renunciando a la fortaleza del dólar y dejando a los países extranjeros el trabajo de sostener la economía del país. La lógica es que una moneda más débil ayudaría a revertir el déficit comercial. El precedente que utiliza la Casa Blanca en esta situación es el Acuerdo Plaza por el que se abarató la cotización del dólar frente a otras divisas ayudando así a equilibrar el déficit comercial.
Es aquí donde entran en juego los aranceles no como una política económica sino como una herramienta de negociación política para que los países se sienten a negociar presionados por el impacto que puede sufrir su economía. Prueba de ello es el anuncio del presidente estadounidense del otro día. Con la ya infame cita “me lamen el culo” el presidente Trump aseguró que son muchos los países que quieren negociar.
Sin embargo, como comentábamos, puede que esta estrategia no salga como esperan en Washington, que los países no cedan y giren hacia China y que la presión económica sea tal que los Estados Unidos acaben perdiendo definitivamente su hegemonía mundial. Una cosa es querer hablar con los Estados Unidos, la otra es volver a confiar en ellos, ceder y hacer como que no ha pasado nada. Prueba de ello son las negociaciones para lograr un acuerdo de libre comercio trilateral entre países con conflictos históricos tan grandes y arraigados como lo son China, Corea del Sur y Japón.

China ya ha respondido a los aranceles con más aranceles, ha recogido el guante y ha dado paso a una escalada arancelaria como nunca antes se había visto. Otros países, incluida la Unión Europea, se planteaban hacer lo mismo antes de la tregua de 90 días anunciada por Trump, queda ver que pasará luego.
Entendemos que puede ser difícil hablar de una III Guerra Mundial, tanto por el miedo que genera este marco conceptual como por la complejidad de relacionar esta guerra comercial y arancelaria con un conflicto con tantas implicaciones como lo es una guerra mundial. Pero, como les hemos dicho, no todas las guerras son iguales.
Pese a que la UE esté empeñada en el rearme y en centrar todos sus esfuerzos (aparentemente) en el conflicto militar clásico, esta nueva guerra mundial ha adoptado una forma muy distinta. ¿Es necesario un ejército europeo unido y una revitalización de la industria militar europea? Si, pero esperemos que no tanto por una necesidad real de defensa ante un ataque directo sino por los beneficios que la autonomía estratégica representa.
La UE tiene un serio problema, debe leer bien las señales de hoy para no tropezar mañana. Estamos en guerra, una guerra comercial, una guerra arancelaria. Pero una guerra al fin y al cabo, una tan importante que, al igual que las anteriores, cambiará el mundo, cambiará el orden mundial.
No buscamos alarmismo, pero este es sin duda un mundo nuevo. Un mundo que ya no puede confiar, ni en los Estados Unidos ni en nadie. Un mundo que se desmorona y arde lenta y dolorosamente para el mundo.
No buscamos alarmar a nadie, pero bienvenidos todos a la III Guerra Mundial.
Una gran reflexión